lunes, agosto 18

Un regalito en la celda

Un cagazo bárbaro me pegué con esa tos.

-¿Quién anda ahí? -atiné a preguntar, con una voz bien de maricón (y sí, ponete en mi lugar).

A mi pregunta le siguió un silencio, y luego...

-¿Robin? ¿Robin de Locksley? -me respondió una voz avejentada y cansada.

-¿Cómo sabes mi nombre? -me sorprendí.

-Oh, Robin, Robin... ¿Acaso no puedes reconocer a tu propia familia?

Me quedé duro. ¿Quién carajo era? ¿Mi tío Jorge, el de Nottingham, que hace años que estaba en cana por choreo de chanchos? ¿Mi tío Fafi, que siempre me lo encontraba en los lugares más insólitos? ¿La señora que limpiaba el castillo, que tenía voz de hombre? Mierda. Qué curiosidad.

-Estoy maniatado, hace frío, hay olor a mierda, y estoy empezando a tener hambre. Son muchos factores en contra como para que pueda pensar con claridad, oh señor compañero de cautiverio. ¡Reveal yourself! -dije, haciendo gala de mi inglés local.

-Soy sir Court Amambous, el padre de Mariana, ¡Robin! ¡Cómo puede ser!

-¡Suegrito! ¡Qué hacés acá, viejo! Estabas desaparecido vos. ¿Hace cuánto que te tienen acá?

-La verdad que ni idea, hijo... Hace mil, qué se yo. Y ni me dijeron por qué. Vino el pelotudo este de Gisborne y me tiró acá adentro. ¿Mi hijita, Robin? ¿Qué pasó con mi hijita?

Acá vamos de vuelta con lo de hijita mi hijita y toda esa boludez. Mi suegro se piensa que Mariana es una nena que nunca se desarrolló y que sigue pensando en unicornios y esas taradeces. Convengamos que Mariana ahora está en histérica, pero antes de que pasara todo este bardo del rey y eso, cuando teníamos una vida más o menos normal, con Mariana había acción de sobra, y el viejo nunca se enteró porque sino le agarra un ataque que ni te cuento.

-Tu hijita bien, no te hagas drama. La rescaté de lo del tío y la llevé conmigo al bosque. Ahí está más segura. Además no sé si te enteraste que la querían casar con Gisborne.

-Sí...

Hubo un silencio. Estaba oscuro, no se veía un choto, pero no sé por qué me dió la sensación de que el viejo se había puesto todo colorado.

-¿Sí qué?

-Perdoname Robin. Fuí yo el que mandó a Gisborne a que se casase con mi hijita.



¡Ahhhhh no no no! ¡Lo que me faltaba!

No hay comentarios: