Fue entonces cuando de la nada empezaron a salir soldados del Sheriff, por todas partes.
Pero bocha. Se ve que estaban de oferta ese día. Nunca ví tantos monos juntos en mi vida. Y de la nada también apareció Gisborne, que apareció a los pedos con su caballo, a lo San Martín, y me dice:
-¡Robin de Locksley, quedas arrestado por la autoridad que se me ha conferido por mis títulos nobiliarios y en nombre del rey Juan!
Odio cuando se manda la parte de esa manera.
-¡Andá a cagar! -le respondí yo haciendo honor a mi educación elite.
Los Alegres que estaban en tierra y yo entramos a correr pero los otros estaban a caballo y era obvio que nos iban a hacer imposible rajar. Así que hice algo impulsivo.
-¡Corran muchachos! -exclamé.
Y me tiré sobre el caballo de Gisborne, que venía a todo galope hacia mí.
-¡Estás loco, Locksley! -me gritó Gisborne, frenando su corcel en seco.
-¡Sos un gil, Gisborne! -le contesté, siguiendo la rima.
Los Alegres pudieron escapar. Me miraron raro, pero entendieron la intención. No los siguieron porque ya me tenían a mí. No podía arriesgarme a que descubrieran la localización de nuestro campamento. Fue un sacrificio válido.
Pero qué feo que es cuando te atrapan.
jueves, julio 24
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2 comentarios:
¡¡¡Nooo, boludaaa!!! ¡¡¡Lo atraparooonnn!!! ¡Mequiegomatag!
tengo miedo, lo llevaron a Guantanamo?
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